Por España - LUGO

LUGO

35. LAS CATEDRALES OL 61x38 ©Mara Cascón
35. LAS CATEDRALES OL 61x38 ©Mara Cascón

Junio 2006

 

El Balneario ha sido un lujo dentro de su sencillez, rodeada de abuelitos.

 

Cada día ha sido un tratamiento con masajes completos y prolongados en los que el agua sulfurosa era parte fundamental. Duchas múltiples de una hora con unas manos que exfoliaban, acariciaban, amasaban y embalsamaban con aceites de menta y almendras. Además de disfrutar de la piscina de agua termal a 40 grados con chorros a discreción. El último día toda para mí sola.

 

Gracias también por el afecto y el amor de las personas, incluidas las de Casa Rivas, donde además de su excelente comida casera nutrían mi corazón con sus atenciones.

Y el Miño, pequeño pero imponente. Lleno de vida: peces, ranas, sapos, culebras, mariposas, libélulas y flores, incluso en mitad del agua. Metáfora viva del tiempo y nosotros.

 

Mirando a un punto de la corriente comprendía que, aun siendo siempre nosotros (como el río), nunca es el mismo agua el que está en ese punto; siempre cambiando y siempre los mismos. El ahora ya es antes y el después… también.

Me decido a marchar para la costa en busca de mayor equilibrio y paz. El mar siempre contribuye a su encuentro, y el Cantábrico parece la opción perfecta.

 

Tras subir a la Mariña por Villalba, disfrutando del paisaje y de muy buenas carreteras, he llegado a viveiro. Lo he contemplado desde arriba, en el monte de San Roque. Junto a la ermita he tomado algo de fruta, sentido los árboles, la tierra y el viento, y… el picotazo de un bichito rabioso que me ha estado molestando toda la tarde.

 

El descanso en la playa de Area ha sido delicioso; como el resto de las playas que he ido vislumbrando por toda la costa hasta llegar a la de Las Catedrales.

 

He tomado un reconfortante pulpo a la gallega en Foz y he tenido una agradable sorpresa en Ribadeo al llegar al hotel reservado desde el Balneario. Es un lugar encantador y sosegado, aunque se vuelve ruidoso en su interior cuando llega la noche.

 

Lo he arreglado para quedarme una noche más y poder disfrutar de la zona sin prisas.

 

Ha amanecido el día derrochando agua de los cielos. Aún así me dirijo a la playa de Las Catedrales con la esperanza de que escampe. El día anterior no pude pasearla porque estaba la marea alta.

 

Mientras espero junto a ella, leyendo dentro del coche con una luz espléndida y rodeada de agua, se ha acercado el ocupante de una furgoneta cercana para ver si quería conversación.

 

Un señor de 60 años, alto, ojos claros y francos, amable, parecía asturiano en el acento. Le he dicho que no. Me ha pillado en mal momento, con los ojos llenos de lágrimas, reflexionando sobre el futuro de mi vida.

 

Lo ha dejado abierto para cuando escampara, pero no me ha apetecido encerrarme en un coche para abrirme a un desconocido y me he ido a otra playa cercana a continuar con mi recorrido.

 

Tal vez era un ángel de compañía, un maestro o un simple transeúnte y solitario dominguero que se ha encontrado con otra solitaria.

 

He seguido hasta Tapia de Casariego en Asturias, tras hacerme un lío en Rinlo que preparaba sus fiestas y tenía cortada la salida a la carretera nacional.

 

El pueblito pesquero de Tapia me ha recibido con chupinazos, más la lluvia, aunque suave, un paseo marítimo delicioso, integrado en la costa y un adusto camareo en la Casa del Mar que me ha indicado la delicia gastronómica del día: El Palermo, con cocina elaborada, bien presentada y servida, con vajilla original y variada. He disfrutado de un menú degustación por las jornadas gastronómicas del bonito, junto con una copa de rioja y un postre prohibido: milhojas de requesón con cobertura de  chocolate amargo, mmmm… en un ambiente relajado, sin gritos ni ruidos.

 

Siestecita junto al puesto de Información y Turismo de Asturias justo antes de volver a cruzar la ría. Ya despejada, subida al Monte de la Cruz para la tan esperada panorámica de Ribadeo, el propio río Eo y Figueras, al otro lado, con su preciosa imagen por la torre de la iglesia.

 

Sólo queda pasear el casco antiguo, descansar y mañana emprender ruta para Santa Eulalia de Oscos en Asturias. Es como estar saltando una línea divisoria imaginaria entre Galicia y Asturias que definen los ríos y los bosques en la mente de los hombres.

 

Al tercer intento, antes de partir hacia el sur, consigo caminar por la Playa de Las Catedrales, comprender lo que significa su nombre pasando por debajo de los arbotantes que forman las rocas y entonar bajo sus bóvedas el canto que los pájaros se pararon a escuchar, celebrándolo unos segundos después con sus trinos.

 

Luces cambiantes, aire limpio, húmedo y transparente que realza los colores que llevo impresos en la retina y en la cámara de fotos, para plasmar más adelante en el lienzo.

 

~~~~~~~~

 

Santa Eulalia de Oscos me recibió ayer con mucha lluvia y ello me obligó a tomármelo con calma y descansar. La tarde la pasé en mi habitación haciendo yoga, relajación y meditación. Alimentación completa con comida y cena abundantes, y lectura.

 

Hoy he tenido un caminar bellísimo en el sendero de la Seimera (cascada); compartido al final con una pareja acogedora, inteligente y dinámica: Elisa, sensible, culta, de una gran belleza interior, todo amor; y Juan, simpático, hablador, más denso y material. Me han invitado a comer con ellos una excelente carne en La Cerca. Nos hemos reído mucho y congeniado de maravilla, compartiendo el resto del día, hablando de todo incluso de lo más profundo.

 

Al día siguiente, de nuevo solitaria tras la intensa compañía de ayer.

En este día húmedo, de forzada inmovilidad, veo danzar los girones de las nubes por los montes que vislumbro a través de la ventana. El cuerpo y el alma, aliados con la lluvia, hoy no me dejan andar.

 

A falta de amante, estoy leyendo el amor de otros en “Son de mar” de Manuel Vicent. No me daba el ánimo para reflexiones profundas, y a esta hora de la tarde parece que me puede la melancolía. Saldré a dar una vuelta. Será la única manera de disiparla.

 

SARRIA

 

Mientras escucho el piano que toca mi prima en su casa de Sarria, noto el bienestar que proporciona la calidad de vida.

 

Muros de pieda, suelos de castaño, vigas antiguas. Calidez en los colores y calor en las disputas fraternales. Armarios hechos con puertas y cortinas, estanterías sencillas de maderas viejas, suficientes para su cometido, humildes y soberbias a un tiempo.

 

Una vida construida a su gusto y sobre una escala de valores definida y compartida con su marido. indiferentes a la opinión e incluso incomprensión de otros.

 

La temida falta de conexión o sincronía no se ha producido. Tenemos muchos puntos en común y me agrada ver materializado su sueño –tal vez mi sueño- en esta casa acogedora, auténtica y hermosa, llena de amor y de lugares gozosos: el patio, la galería, la zona de invitados en la buhardilla, libros por todas partes.

 

Serenidad es lo que trasluce su vida y ejercicio constante de su propósito vital, con armonía y sabiduría.

 

Doy gracias por su invitación a venir y porque las casualidades lo han dispuesto todo para hacerlo.

 

No obstante, tengo una flotante sensación de incomodidad en la boca del estómago, provocada por una pequeña tensión interna cuya causa desconozco.

 

Llegué ayer tras un pequeño recorrido por la Ruta del Forcón de los Ríos en Santa Eulalia, casi toda en coche, con sensación de riesgo y que rematé caminando por una vereda que se me antojó demasiado umbría, húmeda y peligrosa.

 

El camino hasta aquí fue una sierpe continua de curvas enlazadas a través de montes y frondosos bosques, que me dió seguridad en mi capacidad conductora y exploradora.

 

Disfruté de mí misma, del placer de llevarme allá donde quiero ir. Espero que con este viaje haya descartado para siempre la angustia de no tener piloto para disfrutar de unas vacaciones por carretera, sea la que fuere. Estoy convencida de ello.

 

Llevo dos días aquí y dudo si quedarme un día más ante la insistencia de mis anfitriones. Por fin tomo la decisión correcta, me quedo para disfrutar de la corta excursión, descubrir el bellísimo remanso de agua clara rodeado de cascadas, junto al molino; comida sabrosa en Samos y vuelta para la siesta.

 

Zumbido de abejas y otros insectos, efervescentes en los 25 grados de a mediodía. Arrullo que acompaña la contemplación de las glicinias, los pensamientos, las rozagantes hortensias y el laurel florido que emerge en mitad del patio. Paz y vida en ebullición.

 

Espero que mañana la carretera esté tranquila para la vuelta, para disfrutarla, para terminar el viaje con la serenidad y plenitud que lo ha presidido.

 

Me propongo mantener el equilibrio alcanzado estos días, incrementando la fortaleza y la soltura en la vida cotidiana: la oficina, la calle, en casa, en las relaciones y diversiones.

 

Doy gracias por mostrarme este modo de vida tan admirado y añorado, con sus ventajas e inconvenientes.

 

Me dejo mecer por recuerdos antiguos que acuden en medio de la serenidad. Muestras de una vida muy intensa y cambiante bajo la aparente linealidad. Rica y diversa, maravillosa y enriquecedora. Sólo bastan unos ojos dispuestos a mirar para captarla en toda su amplitud, profundidad y belleza.

 

Mara Cascón

www.farodeluz.es     

 47. BOSQUE DE LUGO OL 60x90 ©Mara Cascón      31. RINCON DE SARRIA OL 27x35©Mara Cascón