LA RUTA DE LOS CÁTAROS

Agosto 2007

LA RUTA DE LOS CÁTAROS   -  I

 

Tras muchos años deseando hacer esta ruta y tras diversos intentos, surgió la oportunidad en el momento y de la forma más adecuados.

 

Recorrerla es un motivo para adentrarse en los Pirineos y en el Sur de Francia, zambullirse en la magia del Languedoc y la fuerza viva de las montañas más jóvenes de Europa. Profundizando en los sedimentos dejados por las culturas que discurrieron por estas tierras.

 

Seguimos las huellas de luz dejadas por gentes nobles y sabias a lo largo de muchos milenios.

 

Los paisajes eran como joyas aisladas del tiempo y el mundo, donde la naturaleza vibraba con todo su esplendor, rozagante de agua, exhuberante de vegetación. Poderosa manifestación de árboles, reunidos en bosques llenos de vida y misterio, ríos amplios y serenos, de aguas limpias y fructíferas, donde nuestros cuerpos se reconstruían en sintonía con su esencia más profunda.

 

Los dos primeros días estuvimos en el Pirineo español. Extraña  división la de las fronteras políticas, cuando la sensación energética es tan similar a uno y otro lado.

 

La información histórica que fuimos recibiendo confirmaba dicha sensación, puesto que se trataba de territorios que desde tiempos antiguos y durante muchos siglos constituyeron una sola Comarca, que fueron recortando y delimitando las conquistas y reconquistas, es decir, el hombre con sus afanes bélicos fruto de la avaricia y el poder.

 

Aún así la esencia común permanece, impregnando montes y valles, y formas de vida de las gentes que los habitan. Conectadas con la tierra y sus dones, cultivando huertos y hermosos campos, disfrutando de los animales que la pueblan y deleitándose con sus flores que, abundantes, variadas y bellísimas se hacían presentes en parterres, jardineras, farolas, prados e incluso al borde de caminos y carreteras.

 

Abundancia, belleza, elegancia, sentido del humor y amor por sus raíces es lo que cada día apreciábamos de los pobladores de estos lugares, transmitido por la imagen de sus pueblos y granjas, así como por su discreta presencia. Seguros de sí  y con claridad de ideas respecto a lo que entienden por calidad de vida.

 

Nuestro peregrinar, en el que hicimos cientos de km cada día, con recorridos que parecían tejer un entramado que cubría todo el territorio, nos llevó a visitar numerosas iglesias, unas imponentes, otras humildes y recoletas, otras muy peculiares, todas guardianas de secretos que exponían a la vista de cualquiera que supiera verlos y....

SENTIRLOS:

 

Sant Joan de Isil, Saint Bertrand de Cominges, la Abadía de Moissac, la Abadía de S. Martín en el monte Canigú.

Los castillos de Montsegur y Queribús.

Los conjuntos monumentales de Rocamadour y Saint Guilhem le Désert, entre otros, en los que aprendimos y disfrutamos, donde tuvimos sensaciones diversas y magníficas que nos llevaron en volandas por este camino tan especial.

 

LA RUTA DE LOS CÁTAROS   -  II

 

Tras unas impresiones generales del viaje en el "capítulo" anterior, creo conveniente entrar un poco más en detalle de los sitios visitados, para haceros más partícipes de nuestras experiencias.

 

Bien es cierto que serán muy personales y que cada uno os podría contar lo que vió y sintió en los mismos sitios de diferente manera, a través de sus propios ojos, emociones y filtros, es decir, una "realidad" distinta según cada cual. He aquí la mía.

 

Mi viaje comenzó en Logroño con el encuentro con el resto de los que serían mis compañeros de camino,  la puesta en común de información para la mente y el espíritu, y el comienzo del trabajo de cohesión del grupo. Muy importante, considerando que nuestro número rondaba las 40 personas, con niños incluidos, y que el transporte se hacía en vehículos privados, formando una caravana que oscilaba entre los 10 y los 12 vehículos.

 

Al día siguiente, tras 7 horas de viaje, llegamos a ESTERRI D'ANEU, ubicado en el regazo de las montañas de los Pirineos.

 

SANT JOAN DE ISIL fue nuestra primera visita esa misma tarde. Hasta la climatología contribuyó a dar la sensación de un salto en tiempo y espacio. Sufrimos un frío desapacible embutidos en nuestra ropa veraniega propia de los calores de La Rioja, pero el lugar era realmente mágico.

 

La pequeña iglesia, apartada del pueblo, surge del río Noguera-Pallaresa, tanto es así que se oye y siente un poderoso rumor de agua en  el interior, una fuerza vital y purificadora en sus piedras, que  trepa por las piernas como una ola de vibración.

 

Es nuestro primer contacto con las ancestrales culturas que poblaron esas tierras y montes, incluso desde hace decenas de miles de años...  Uf! resulta difícil imaginárserlo.

 

Un nuevo día y seguimos recorriendo la zona. Por tercera vez pasamos el Puerto de la Bonaigua, magnífico y mareante para muchos con sus cerradas curvas, formando múltiples símbolos del infinito.

 

El VALLE DE ARAN de extremo a extremo fue nuestro campo de operaciones en este día.

Visitamos S. Andrés de Salardú con sus bellas pinturas y su paz profunda que nos anclaba a los bancos. Tuvieron que invitarnos a salir.

 

Santa Eulalia de Unha sólo nos dejó verla por fuera, pero el encanto del pueblito que la rodea hizo que mereciera la pena acercarse e incluso planear una estancia más larga.

 

En Vielha, llena de vida, disfrutamos de la iglesia de San Miguel, con su retablo polícromo, rico y sereno. Me senté a un lado, delante del cuadro de Nuestra Señora de la Leche, bellísimo y cercano, con toda la naturalidad de una madre, lugar de nutritiva protección desde el que rogué por todos mis seres queridos.

 

Por la tarde nos adentramos en el bosque, en el VALLE DE CANEJÁN, recorriendo la orilla de arroyos cargados de agua y vida. Las copas de los árboles formando cúpula nos acogían como a sus hijos/as y nos hacían el regalo de sus misterios. Bastaba sentarse junto a un remanso rodeado de pequeñas cascadas, y cerrar los ojos, abriendo los del corazón y el resto de los sentidos, para adentrarse en ellos.

 

Cerramos el día en el mercadillo de Esterri comprando esencias, perfumes, cremas, cestos y otros productos naturales elaborados con el amor de los artesanos.

 

Aún quedan muchos días de camino, puede que los relate o puede que no, pero ha sido un placer compartir parte de lo vivido. Hay mucho más que sólo se puede experimentar en primera persona. Si en algún momento estas palabras os han trasladado a alguno de estos lugares, cerrad los ojos y, en silencio, abrid los del corazón....

 

 

 

LA RUTA DE LOS CÁTAROS   -  III

 

Aquí estoy de nuevo, relatando los hitos de este camino de descubrimiento y aprendizaje...

 

Hoy entramos en Francia y nuestra visita es a SAINT BERTRAND DE COMINGES, encaramada en una roca y rodeada de una pequeña población.

 

Para nuestra sorpresa, nos encontramos con un festejo medieval justo delante de la iglesia. El decorado es perfecto y los que parecemos fuera de lugar somos los visitantes.

 

La configuración interna del templo es muy peculiar. El órgano y el púlpito forman un solo cuerpo de madera tallada de color miel, ubicado a la entrada, en el rincón de la izquierda. Se erizaba el vello con la música que salía de sus tubos, como una capa densa que nos acariciara y elevara sobre el pavimento de piedra.

 

A pocos metros de la entrada, se alzaba el coro, inmenso, que ocupaba toda la nave central; un recinto cerrado al que solo se accede por una puerta lateral, que suscita muchas preguntas, puesto que solo permite un pasillo lateral circundante y el espacio para el culto queda reducido al ábside , hacia donde mira el altar mayor, tras el que se encuentran las reliquias de Saint Bertrand.

 

Las vidrieras reflejan sus colores en el banquito de piedra de una de las capillas frente al altar, maravilloso lugar para meditar y conectar con la esencia de ese lugar. Todo el grupo de caminantes termina buscando su sitio en el pequeño ábside, incluso los niños permanecen unos momentos en respetuoso silencio.

 

De nuevo en el exterior, disfrutamos de las habilidades de artistas y artesanos, y, como no, de las delicias culinarias que se nos ofrecen: pasteles de almendra y nueces, agua, cerveza y bocadillos de butifarra o similar... según lo que a cada cual le apetece.

 

Salimos para LOURDES. La visita a la Gruta se hace más liviana de lo esperado ante el número de feligreses que nos preceden. La roca viva exudando gotas de agua milagrosa, el fervor y el respeto dan una sensación de penumbra a plena luz.

 

Frente a ella el ancho río discurre emanando paz y serenidad, sus aguas transparentes, la frondosidad de los árboles de las orillas y las magníficas luces del cielo, engalanan la escena de una tarde que parece suspendida en el tiempo.

 

El sol, antes de irse, decide cambiar los colores de las nubes a intensos anaranjados teñidos de oro, que una vez escondido se vuelven violetas.

 

Al poco, una avalancha de gente irrumpe a buen paso para ocupar sus puestos en la procesión nocturna. Nos cobijamos junto a los inmensos árboles que sorprendentemente pasan desapercibidos a la derecha de la basílica: secuoyas, magnolios, pinos, que, majestuosos, parecen los supervivientes de un bosque milenario.

 

La serpiente de luz, impresionante, se pone en marcha y va invadiendo el gran paseo. Sin saber cómo me encuentro alcanzada por ella, me puede la congoja, y huyo hacia la salida a contracorriente. Espero que encuentren la solución que han venido a buscar o la más adecuada para cada uno de ellos.

 

Un nuevo día. Estamos a la puerta de SAINT LIZIER, esperando a que termine la misa para entrar.

 

Es la fiesta mayor y ha acudido todo el pueblo. El alcalde, con su banda honorífica atravesándole el pecho, los saluda uno a uno según van saliendo.

 

En el templo nos aguarda el busto-relicario del Santo, con su tiara arzobispal y la iglesia engalanada de flores y luces, un lujo excepcional. Los sacerdotes se demoraron en retirarlo permitiendo que lo disfrutáramos. También el claustro estuvo a nuestra disposición como un regalo, por ser el día de la fiesta.

 

En la tarde nuestra visita es a la Abadía de MOISSAC. Su puerta de entrada es un jeroglífico escultórico, lleno de símbolos y formas poco habituales. En la basílica de altos techos delicadamente policromados, las monjas nos deleitaron con sus cantos. Eran muy pocas, pero su hermosa voz se elevaba hasta la cúpula en un rápido y ligero vuelo, aumentando la sensación de liviandad.

 

En el claustro, el imponente árbol que lo preside nos acogió bajo sus ramas y acabamos casi todos tumbados o sentados a su sombra, mientras escuchábamos la explicaciones de nuestro guía.

 

Al día siguiente fuimos a Rocamadour, ..... pero eso es otra historia.

 

LA RUTA DE LOS CÁTAROS   - IV 

 

Seguimos con nuestro viaje por la parte francesa del Camino de Santiago.

 

Hoy nos dirigimos a ROCAMADOUR. Para llegar atravesamos un paraje maravilloso de árboles y prados floridos, que parecen habitados por hadas y duendes. Seguramente se suman a nuestra comitiva para visitar a sus amigos de los bosques que rodean la fortaleza.

 

La vista es magnífica. El pueblo aparece colgado de la escarpada roca. Sus construcciones tanto señoriales como plebeyas parecen sacadas de un cuento. El día húmedo contribuye a acrecentar el halo mágico que lo envuelve.

 

Trepamos por la escalinata hasta las capillas a mitad de monte. Se ubican en torno a una pequeña plaza, todo en piedra, donde es fácil imaginar a los caballeros con sus armaduras y a las damas con su séquito.

 

En la de  Nuestra Señora, la talla de la Vírgen Negra, cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos, es extraordinaria, con una estética contemporánea llena de fuerza y elegancia. Está rodeada de hermosas y esbeltas esculturas de arcángeles en bronce que la guardan. La penumbra y la exquisitez del conjunto inducen a adentrarse en la sensación de poder de este lugar. Las fuerzas de la tierra y el cielo se concentran en este punto, haciéndose casi palpables.

 

La capilla de Amadour es toda luz a pesar de encontrarse en la cripta. Piedra blanca, sobriedad y  algunos detalles acogedores y lujosos, la alfombra, la custodia de oro como un sol rutilante.

 

Sensación de fuerza menos telúrica y más etérea. Repito mis prédicas y recibo confianza en el futuro.

 

El resto del día es una fiesta, más mundana y fiel reflejo del beatífico estado interior. Subir y bajar hasta lo alto por una fronda rica y silenciosa, que nos arropa con su humedad y nos vitaliza.

 

Sabrosa y contundente comida con los productos autóctonos para entrar en calor, interesante y amigable conversación, complicidad y camaradería, juegos de voz en la bóveda de los paraguas, y muchas risas.

 

Al día siguiente nuestros pasos se dirigen a RENNES LE CHÂTEAU. El viento frío con pequeñas gotas en suspensión alborota los cabellos y se cuela por cualquier resquicio. Foto de recuerdo ante la enigmática torre de Magdala, donde nos protegemos de la lluvia.

 

En la peculiar iglesia, menuda y recargada, con una decoración que recuerda los delirios de Dalí, se siente, al pararse junto al púlpito, una intensa sensación en sienes y coronilla, como si nos hubiéramos colocado bajo un potente foco de luz blanca.

 

Después, todo parece torcerse en la búsqueda de un lugar para comer. La hora, la lluvia y el elevado número de personas hace imposible conseguir un restaurante. Nos perdemos unos de otros dos veces y volvemos a encontrarnos. En la tercera ocasión en que hay despiste, nuestro vehículo se descuelga del grupo y no volvemos a reunirnos hasta varias horas después en Carcasonne.

 

La ciudad amurallada de CARCASONNE, escenario de numerosas batallas, nos ve recorrerla con rapidez. La catedral de imponentes vidrieras no invita al recogimiento. En la puerta de entrada a la muralla, los niños disfrutan del tío vivo, antiguo y hermoso como pocos, al que no puede resistir subirse algún que otro adulto.

 

Las pruebas del día nos fuerzan a reflexionar, tanto sobre las situaciones suscitadas como sobre nuestras propias reacciones y emociones. Un trabajo duro, pero de mucho aprendizaje. Continuamos esforzándonos por mantener la cohesión del grupo, pilar básico de nuestro viaje.

 

Hemos llegado al ecuador de nuestra peregrinación. Aún queda mucho por disfrutar.

 

LA RUTA DE LOS CÁTAROS   - V

 

Como en la vida, una vez iniciados algunos caminos, sólo nos queda avanzar por ellos, llenos de espectativas, confianza y también dudas y temores; contradicciones que van tejiendo el tapiz de nuestra existencia.

 

Hoy nuestro destino es MONTSEGUR. Tras una subida extenuante y resbaladiza por la lluvia caída, nos encontramos entre cuatro paredes de piedra, donde la paz y la serenidad llevan a un estado meditativo lúcido, donde las preguntas internas son contestadas.

 

La sensación es inesperada, teniendo en cuenta la cruenta lucha habida entre esos muros y la matanza en la hoguera de cientos de Cátaros, con la que finalizó el asedio.

Su renuencia a luchar contra sus perseguidores les llevó a su fin, no sin antes plantar la semilla de una sociedad más justa, basada en la igualdad de sexos, la sabiduría y el trabajo, la sanación física y espiritual, que está germinando muchos siglos después.

Comemos en las praderas al pie del monte, con la magnífica vista del castillo.

 

Compartimos nuestra comida y emociones, rememorando el ejemplo de esos hombres y mujeres a los que nos gustaría emular.

 

El día continúa campestre y vamos a visitar las CUEVAS DE LOMBRIVES Y DE LAS IGLESIAS.

 

Dejamos los coches a la sombra de inmensos árboles que ven pasar el tiempo junto a un río amplio, de agua transparente, fresca y llena de vida, algas, peces, patos, gozosos de estar en este lugar... igual que nosotros.

 

Avanzamos por el bosque entre risas, y, de repente, aparecemos ante una cueva ciega.

A partir de ese momento comienza un juego de iniciación y confianza en el que hay que cerrar los ojos y avanzar por un sendero desconocido, nos apoyamos por parejas y agradecemos la voz amiga que nos ayuda a sortear los obstáculos, para llegar al fin a la gran entrada de la cueva que aparece ante nosotros como por encanto.

 

Inmensa, limpia y misteriosa nos recibe y acoge. Algunos más atrevidos se adentran en la oscuridad hasta un lugar indefinido al fondo, donde apenas se les distingue. Otros buscamos nuestro lugar para sentir.

 

Vamos llegando de uno en uno. Tras la primera cueva, trepamos a la entrada de la segunda. Un cañón que atraviesa la montaña y permite que corra el viento a su través. Son las cuevas de las iglesias. Las de Lombrives quedan para otra ocasión.

 

Cuando por fin nos reunimos todos, iniciamos una preciosa meditación en la que nos vemos reflejados en un espejo y a esa imagen le mostramos nuestro amor con un masaje de luz.  Compartimos lo experimentado, confraternizamos y jugamos como los niños con el "todos para uno y uno para todos", que es nuestro estandarte.

 

El largo viaje de vuelta al hotel se pasa volando entre confidencias, risas y consejos de Feng Shui por parte de una compañera, llena de encanto, alegría y luz, que, generosa, nos ayuda con la forma de mejorar nuestro hogar.

 

Los nubarrones del día anterior han quedado totalmente despejados, tanto en el cielo como en nuestro vehículo, y una vibrante energía me llena y expande, haciéndome sentir vital y sencillamente feliz.

 

LA RUTA DE LOS CÁTAROS   - VI 

 

De nuevo en marcha. Desde lo alto del CASTILLO DE QUERIBÚS se divisan hermosos paisajes montañosos, despejados e infinitos.

 

La fortaleza encaramada en lo alto de una roca se eleva aparentemente en el centro, dominando el entorno. La subida resulta liviana, supongo que debido al entrenamiento de los últimos días.

 

Las piedras, según las vamos tocando, nos van cargando de energía y paz, mientras la mirada se queda perdida en el horizonte. El espectáculo del cielo es maravilloso, con el sol jugando entre las nubes y una bellísima cortina de agua que se dibuja en la lejanía.

 

Repetimos la agradable experiencia de compartir nuestras viandas, esta vez bajo un cañizo que a duras penas nos protege de la lluvia que se aproxima, aunque nos deja terminar.

 

Un nuevo día, éste magnífico, lleno de vida. El paisaje es más mediterráneo, nos dirigimos a SAINT GUILHEM LE DÈSERT. Nos circundan viñedos, olivos, encinas y montes bajos.

 

El pueblo, perdido y presente en la noche de los tiempos. Sereno y vital. Lleno de luz y armonía. El medievo se refleja hasta en las vestiduras que cuelgan a la venta en los soportales de la plaza, a las que es muy difícil resistirse, y caemos muchas en la tentación. Aromas, adornos y alegría casi infantil al recorrer sus calles.

 

Esta paz ha nacido en la Iglesia, austera e imponente, donde parece existir línea directa con el cielo. Se  confirma nuestra función como canales de luz puestos al servicio de quien lo necesite y en el lugar que lo necesite, por muy extraño que éste parezca. Me siento honrada y agradecida por ello. Nuevas y repetidas prédicas, también recibo respuestas a preguntas concretas.

 

Este me parece un buen lugar para vivir, también los alrededores de S. Bertrand de Cominges. ¡Lástima que estén tan lejos!

 

La comida es estupenda, merece la pena la espera para gozar de los productos más frescos de la huerta y de las truchas recién pescadas, criadas con el agua pura y briosa del río. De postre, un gran helado, que hace las delicias de pequeños y mayores. La paciencia y la armonía presiden nuestras largas mesas.

 

Vamos llegando al final de nuestro viaje. Hoy subimos hasta la Abadía de S. Martín en el MONTE CANIGÚ. Durante 40 minutos de ascensión perdemos el resuello y nos embargamos de la belleza de montes tapizados de encinas que parecen protegerse unos a otros.

 

En una vuelta del camino, la vegetación cambia, de la solana a la umbría de un bosque lleno de vida y misterio, que desemboca en la Abadía, a la que oculta y protege.

Mientras esperamos para la visita, nos impregnamos de la magia del lugar.

 

Nuestra guía, viva imagen de la belleza interior, que se trasluce a través de los ojos y las líneas del rostro, emanando un encanto pleno de sabiduría, templanza y humildad, es una monja de la congregación que aquí habita.

 

Se trata de la Orden de las Bienaventuranzas, cuya regla es muy peculiar, pues admite a hombres y mujeres casados, que se integran con toda la familia en la oración y comparten la comida con las monjas y monjes solteros, que habitan el mismo convento en habitaciones independientes.

 

El claustro sorprende con un lado abierto al espectacular paisaje, con sus inumerables historias contadas en los capiteles y su resistencia a los periódicos abandonos y reconstrucciones a los que se vio sometido.

 

La cripta y la Iglesia nos seducen con su sencillez, como su embajadora, de la que nos despedimos con alegría y energías renovadas para el descenso. Demasiado rápido para algún pequeñuelo que probó con su cabeza la dureza del suelo. Las flores de Back, el Reiki y los mimos hicieron desaparecer el chichón en pocos minutos, aunque quedó con la cara raspada que mostraba como prueba de sus aventuras.

 

Las nuestras tocaban a su FIN. Al día siguiente volvíamos a España. Llevamos las huellas del camino en el corazón y todo lo aprendido en el alma. En la vuelta tuvimos que ponerlo en práctica, y así será a lo largo del resto de nuestras vidas. Que la luz, la alegría y la armonía nos acompañen para hacerlo sin desfallecer y, sobre todo, plenos de gozo.

 

Gracias por Ser, gracias por estar ahí, gracias por compartir.

 

Mara Cascón

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